El cielo (¿cual cielo?) invernal, cubierto de un espeso e informe manto gris que ya lleva varios días estacionado sobre nuestras cabezas. La antipática llovizna que sigue mojando caras y convirtiendo veredas en pistas de patinaje, sobre las que avanzamos con la mirada clavada en los pies para evitar el resbalón, esconder el resfrío e inútilmente intentar evitar que ese sabrosísimo tufito a monóxido nos llegue a la nariz.
Así las cosas, se entiende perfectamente la posición de viajeros -de ayer y hoy- que hacen público y notorio su fastidio a pesar de no tener que batallar sostenidamente con el moderno y espeluznante caos del tráfico, cortesía de la inteligencia y capacidad de planeamiento de sucesivas autoridades. Las cosas son distintas, claro, en verano, bajo el sol y con el mar al frente; pero resulta que estamos en Agosto y falta un buen paquetito de meses antes de que podamos agarrar toalla, sombrilla y chancletas para quitarnos a la ‘yapla’. El tiempo vuela, dirán ustedes, si, cierto… ¡pero eso es cuando te estas divirtiendo!
Así que para ustedes, felizmente muchos, que como yo necesitan recargar sus baterías al sol, se aburren como grillo en botella si se quedan mas de dos semanas en la ciudad, y saben -o por lo menos intuyen- que el contacto con la naturaleza es la mejor terapia, aquí les va una receta que aprendí desde cuando, chiquito e invisible en mi uniforme escolar plomo, esperaba el ómnibus sobreviviendo húmedo hasta los huesos: ¡Vayan al río!, escojan alguno de los varios valles cercanos a Lima, suban a su carro, combi, bus, bicicleta o lo que mejor les acomode, pero escapen, y no paren hasta encontrarse con el Sol (lo que generalmente, privilegio que da nuestra geografía, no tomara mas de 30 kilómetros valle arriba). No hay excusas, si algo bueno ha traído la modernidad es la posibilidad de acceder a lugares antes lejanos, de forma fácil, rápida y hasta barata. Una vez allí, busquen el mejor camino al y disfruten de las cosas simples de la vida, esas que generalmente se disfrutan sin zapatos y con poca ropa.
El sonido y brillo del agua, una piedra tibia para echarnos a esperar la llegada de mirlos, garzas y hasta martines pescadores, aves ahora prácticamente inexistentes en la ciudad. No se chupen y métanse al agua, en kayak, cámara o calzoncillos, pero mójense. Tengan cuidado, busquen un lugar seguro y suave con las corrientes. Parte indispensable de su «equipo para baños en el río» debe ser un buen par de sandalias o zapatillas viejas, las piedras pueden ser resbalosas y a nadie le gusta regresar sin uña a su casa; y porque hasta los paraísos tienen sus pequeños demonios, no se olviden del repelente. Requisito indispensable también, el agua debe ser limpia y razonablemente libre de contaminación, algo que lamentablemente se esta convirtiendo en un lujo cada vez mas escaso, pero que todavía es factible en los valles del Santa Eulalia, Chillón, Chancay y por supuesto del Cañete, entre otros.
Así que siendo hoy viernes, no les quitamos mas su tiempo. Tienen que terminar ese par de cosas pendientes, preparar el maletín y planear el escape. ¡No solo en el mar la vida es más sabrosa!